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El odio y el asesinato de Carlos

El odio y el asesinato de Carlos

Es inevitable siendo residente en Madrid, siendo universitario y estando tan cerca de la actualidad social y política de la ciudad comentar algo acerca del asesinato de Carlos Palomino. Y sí, digo asesinato porque no fue una macro-pelea ni una reyerta. Eso nos hizo creer muchos medios de comunicación, aunque alguno de ellos como “Público” o “El País” rectificaran después.

Sales a la calle y en el aire notas cierta tensión. Pintadas y  carteles de manifestaciones “prohibidas” conviven bajo la mirada de los transeúntes, la mayoría de ellos ajenos a todo este tema. Y en medio de todo esto las fuerzas de seguridad del Estado a las que tal y como está Madrid les hace falta bien poco para salir a pasear sus artilugios nuevos.

El asesinato de Carlos, completamente condenable y despreciable, de manos de un cerdo defensor de la patria no ha hecho otra cosa que encender la mecha del odio. El odio genera odio y muchos jóvenes lo tienen acumulado. Y aquí, en la ciudad más grande del país todo se maximiza. Gran parte de los estudiantes de provincias que residen en Madrid no conocían este mundo de odio entre los extremos más alejados del espectro político. Pero desgraciadamente los extremos se tocan y la venganza es un plato que se sirve frío. Tengan cuidado señores lectores porque los próximos fines de semana se pueden encontrar auténticas batallas campales. Y en medio otra vez la policía.

Llámenme hippie o pacifista pero me da mucha pena (y a la vez rabia) que haya que manifestarse rompiendo cristales, quemando contenedores y destrozando cabinas. Pero es que, como apuntaba antes, el odio no se puede controlar. Me dirán que no es lo mismo. No lo es, ni mucho menos, pero lo único que se consigue es seguir alimentando el odio, desacreditarnos a muchos antifascistas y no parecer unidos. Como diría un amigo mío, medio en serio, medio en broma, “¿cómo vamos a hacer una revolución así?”.

Después de todo este batiburrillo de ideas que se me pasan esta tarde por la cabeza sólo me queda decir, Carlos, descansa en paz y ahora más que nunca ¡NAZIS NUNCA MÁS!

1 comentario

Daniel Gómez -

Creo que estamos pasando por momentos de tensión y crispación que deberiamos analizar detenidamente. El alce de grupos, en su mayoría, de extrema izquierda-derecha, responde a una necesidad de generar cambio social. En una sociedad estancada y aburrida, estas vías permiten un desarrollo personal paralelo que incita la violencia. Estos actos no pueden gustarnos del todo, pero, hemos de comprender que la violencia, el conflicto interno es parte necesaria del cambio por el que debe pasar toda sociedad para el renuevo. Ya de por si vivimos en un país violento que lucha por definirse y que se ve envuelto en mas de una ambiguedad en cualquier discurso politico de actualidad. España, que es una verdad histórica y contemporánea, está pasando por una transicíón social, motivada por una serie de descontentos que podemos o no comprender. POr ejemplo, el caso de la inmigración. Éste es un fenómeno que a algunos de nosotros nos puede parecer necesario, incluso bonito, pero no dejamos de hacerlo desde una perspectiva un tanto exotica. A mucha gente de los estratos menos acaudalados, la inmigración in situ puede suponer un problema de una dimensión determinada que conviene comprender. La afiliación progresiva a grupos como Frente Nacional o Democracia Nacional, no es sino la consecuencia de una política que ningún gobierno ha sabido llevar. Me explico, la inmigración es un fenómeno que ha adquirido unas proporciones dificilmente aguantables. Porqué? Simplemente porque su llegada masiva nos impide pasar a la segunda parte de cualquier movimiento migratoria, que consiste en la integración de los que llegan al pais de acogida en su seno. Esto, todos nosotros españoles, lo hemos omitido por completo. Nos gusta quejarnos del racismo y tal y tal, pero en realidad, aquí somos todos responsables de que la población suramericana no pueda sentirse a gusto en una sociedad en la que un becerro le da una paliza a una chavala de 16 años. Aunque perfectamente deleznable, los movimientos afines a los arriba mencionados, es una de las primeras respuestas ante la integración pasiva, por inercia del colectivo inmigrante en España. Pèro, bien sabemos, hay más. La progresiva desmembración del Estado a cargo de unas sabandijas de nombre conocido, supone una encrucijada en nuestra identidad. Esto, como algunos señores han demostrado, supone la búsqueda de alternativas rapidas como las que generan los partidos extremistas para crearse una identidad anclada en una suerte de mitología española. Esta propone banderas anticonstitucionales y fotos de Franco, como confrontación ante el cambio social que vivimos. Tampoco, cabe añadir, la calaña que también se agrupa en otro de asociaciones politicas conocidas como antifascistas, es del mismo talante que los llamados fascistas. Lo unico que cambia, como sabemos, son las insignias los escudos, pero las motivaciones antropológicas son idénticas: crear desorden social. Ante esta noción de "desorden", me apunto también de manera un tanto reaccionario. Creo que el sístema politico que vivimos es hipócrita y desalmado. Hemos comprobado que la democracia no suple a nuestras necesidades economicas y sociales. Esto pone de manifiesto la necesidad del cambio y ya se anticipan sus mensajeros, que son sangrientos y violentos. Qué remedio. Quién dijo que nuestra generación viviría sin ningun tipo de crisis? Les aseguro señores, aunque sea una mera consideración, que este territorio de las irreductibles españas se va a pique y muchos estaremos ahí para presenciarlo. Tiempo al tiempo.