Blogia
The New Opinion Journalism

Ni guerra ni paz, la constante espera del pueblo saharaui

Ni guerra ni paz, la constante espera del pueblo saharaui

El simple hecho de viajar por el mundo nos aporta una visión distinta del mismo. Te encuentras con diferentes miradas o sentimientos o con diferentes paisajes y colores. En estos tiempos de globalización feroz, cada vez es más difícil ver también distintas culturas y costumbres. Todos estos esquemas mentales que los viajantes nos formamos antes de emprender un viaje se tambalearon por completo tras pasar una semana en los campamentos de refugiados de Smara, en territorio argelino, donde viven desde hace 33 años varios cientos de miles de saharauis.

Lamentablemente la situación de este territorio es poco conocida por la opinión pública española de esta generación. Los medios de comunicación nos cuentan una y otra vez el conflicto entre palestinos e israelíes, el problema de los kurdos o las guerras étnicas en Irak. Sin embargo, puedo afirmar rotundamente que las informaciones sobre el estado del Sahara Occidental son prácticamente nulas. Y esto tiene una explicación muy clara, a los españoles nos da vergüenza que la responsabilidad de la situación la hayamos tenido en una gran parte nosotros. Por eso se oculta el tema, porque se hizo mal en su momento, muy mal, y ahora probablemente muchos prefieren obviar el tema.

La vergüenza histórica del país

Muchos somos los que hemos definido la actual situación del pueblo saharaui como “la vergüenza histórica española”. Tras cuatro décadas de colonización española del territorio del Sahara Occidental, el proceso de descolonización no se hizo bien. Promesas incumplidas y una puñalada por la espalda al derecho internacional fue lo siguiente. Los Acuerdos de Madrid en el año 1975 supusieron la cesión sin condiciones del territorio del Sahara a los países de Marruecos y Mauritania. El ansia de poder del rey marroquí Hassan II, que realizó su “marcha verde” para ocupar el territorio, rompieron los papeles que la ONU había firmado anteriormente.

Y tras este “regalo” de España al rey de Marruecos, llega lo inevitable: la lucha armada y todo lo que supone. Un par de años antes se había constituido el Frente Polisario, una fuerza política y militar que dirige la estructura del pueblo saharaui. Las consecuencias directas de esta nueva ocupación, el Sahara pasó de estar en manos españolas a estar en manos marroquís, fueron varias. Por un lado, se improvisaron cuatro grandes campamentos de refugiados en territorio argelino, cerca de Tindouf, en la zona de la Hamada, una de las más inhóspitas de todo el mundo. Por el otro, se construyó un muro a partir de 1980, denominado como “muro de la vergüenza”, minado y controlado por el ejército marroquí y que separa los territorios liberados de los ocupados por Marruecos.

La utilidad de la ONU y la constante espera

Desgraciadamente la ONU no es tan efectiva como se pensó cuando supuso todo un logro el simple hecho de formarse. Lo que queda por escrito y lo que se dice en las reuniones del Consejo de Seguridad casi nunca resulta práctico. Los diferentes Planes de Paz, que incluían el derecho a realizar un referéndum de autodeterminación al pueblo saharaui, se han ido retrasando progresivamente hasta la actualidad.

Las dificultades de las negociaciones actualmente son evidentes. La intransigencia de Marruecos, que pretende que el Sahara sea una autonomía dentro de su “Gran Marruecos”; el escaso apoyo internacional debido a los intereses con Marruecos y la ineficacia que ya hemos visto de la ONU, hace que el conflicto se haya alargado con el tiempo hasta el caso de que se pueda llegar a olvidar.

Esa es la estrategia oculta de Marruecos, seguir tirando de la cuerda y hacer que el pueblo saharaui se canse de esperar y  abandone su lucha. Pero la lucha permanece durante 33 años, y ellos siguen esperando a que les dejen, por lo menos decidir, volver a su tierra y constituir un Estado. En este caso la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), reconocida sólo por países africanos y latinoamericanos en su mayoría.

España y sus actuaciones

“Hemos querido estar aquí hoy, 14 de noviembre de 1976, para demostrar con nuestra presencia nuestra repulsa y nuestra reprobación por el Acuerdo de Madrid de 1975... El pueblo saharaui va a vencer en su lucha. Va a vencer, no sólo porque tiene la razón, sino porque tiene la voluntad de luchar por su libertad. Quiero que sepáis que la mayor parte del pueblo español, lo más noble, lo más bueno del pueblo español, es solidario con vuestra lucha. Para nosotros, no se trata ya del derecho de autodeterminación, sino de acompañaros en vuestra lucha hasta la victoria final. (...) Como parte del pueblo español, sentimos vergüenza de que el Gobierno no haya sólo hecho una mala colonización, sino una peor descolonización, entregándoos en manos de gobiernos reaccionarios como los de Marruecos y Mauritania. Pero debéis saber que nuestro pueblo también lucha con ese Gobierno que dejó en manos al pueblo saharaui de los Gobiernos reaccionarios. (...) Sabemos que vuestra experiencia es haber recibido muchas promesas nunca cumplidas; yo quiero, por consiguiente, no prometeros algo, sino comprometerme ante la Historia: nuestro Partido estará con vosotros hasta la victoria final."

Estas palabras son de un joven Felipe González, aún declarado marxista. Los tiempos han cambiado y el PSOE ya no apoya la victoria saharaui. Rodríguez Zapatero, al igual que Aznar, han ido de la mano del Rey de Marruecos. El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos se pone nervioso si le preguntas sobre la situación del Sahara. Sólo dos partidos nacionales, con escasa representación, IU y UPyD y varios nacionalistas como ERC y BNG reconocen explícitamente el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui y actuaciones desde España para conseguir que se lleve a cabo. El partido en el Gobierno, como en tantas otras cosas, es ambiguo en el tema.

La construcción de una vida en el infierno

Lo primero que te llama la atención cuando te bajas por primera vez en el aeropuerto militar de Tindouf son los autobuses o camiones que te llevan a los campamentos de refugiados. Casi a las 4 de la mañana, con una noche cerrada, las 250 personas que viajábamos desde Madrid, nos subimos en autobuses de línea de Castilla La Mancha, Galicia o el País Vasco. Autobuses viejos, utilizados durante muchos años en nuestro país son cedidos al pueblo saharaui, lo que te da la sensación falsa de estar en un trozo de España en medio del desierto.

Pero esa sensación continúa conforme pasan los días. La mayor parte de la ayuda humanitaria y de infraestructuras viene de España, que a nivel político como veremos no hace nada pero la cooperación es un punto importante. Así, se pueden ver hospitales financiados y construidos por donaciones españolas, un colegio llamado “Castilla La Mancha” o coches conduciendo a toda velocidad con matrículas españolas. Y luego está el idioma, hablado por un porcentaje muy alto de la población, ya sean niños que lo estudian en la escuela y lo aprenden en sus viajes de verano a España o gente que ha estudiado en Cuba gracias a los programas de estudio del gobierno cubano.

La zona de la Hamada, en la que se encuentra el campamento de Smara dónde residíamos, está considerada como una de las peores zonas habitables del mundo. Con temperaturas asfixiantes, sin agua y sin apenas vegetación, los refugiados saharauis han construido un modo de vida de supervivencia que no pensaban que iba a durar tanto tiempo. Así, poco a poco se han ido desarrollando tiendas, colegios, hospitales, huertos e incluso una radio y una televisión.

Los saharauis se organizan, bajo la supervisión del Frente Polisario, para estar preparados para la vuelta a casa.  La educación es uno de sus puntos fuertes. Miles de jóvenes saharauis han pasado más de una década en países como Cuba, Argelia o Libia, pagados por sus respectivos gobiernos para recibir una educación importante. Todos ellos deben volver, una vez terminada la carrera universitaria, para estar listos en su territorio el día en el que el pueblo saharaui pueda realizar el referéndum.

Miradas e historias personales

Uno de estos saharauis que estudiaron en Cuba es Salek, uno de los guías pertenecientes a las juventudes saharauis que hicieron de guías y, en nuestro caso, de amigo, en los días que pasamos en Smara. Salek es una de tantas historias personales increíbles con las que te puedes encontrar pasando una semana en estos campamentos. Con acento cubano y entre muchas bromas, Salek nos ha aportado una visión distinta de todos los temas que nos interesan. Hemos hablado de todo, política, religión, fútbol…., y Salek siempre aportaba un toque distinto, una frase lapidaria con la que muchas veces estábamos de acuerdo a pesar de no haber visto nunca ese lado de las cosas. “Los derechos humanos no existen”, dijo una vez, en una conversación seria, en la que se hizo un silencio mayor del habitual que suele existir en Smara. “Vámonos a cortar caña al desierto”, repetía una y otra vez con acento cubano, añorando la tierra cubana, pero sobretodo la libertad de poder ir a cortar caña de verdad.

Para los niños saharauis eres como una especie de salvador. Basta con pasear entre las haimas para que la gran mayoría de niños se acerquen a darte la mano y saludarte con un “hola” y una sonrisa de oreja a oreja. Para ellos, somos su apoyo más fuerte, el simple hecho de ir a su territorio y conocerlos supone mucho. Y los saharauis te lo agradecen incluso por encima de sus posibilidades. Las haimas de los campamentos de refugiados son un punto de hospitalidad tremenda, de respeto y de interés por el otro, por el que no es cómo nosotros. El disfrute de las mujeres saharauis por la simpleza de untar henna en las manos de los españoles o por servirles su famoso té, supera cualquier expectativa.

La Columna de los Mil

El objetivo del viaje, aparte de conocer la vida en estos campamentos, era realmente un objetivo político, el de llevar a cabo el proyecto de “La Columna de los Mil”. Esta iniciativa, creada entre los pasados meses de septiembre y octubre por un grupo de estudiantes universitarios de la Facultad de CC. Información de la UCM, pretendía reunir a mil personas cogidas de la mano delante del muro que separa los territorios ocupados de los liberados.

El proceso de desarrollo de la actividad fue muy duro, pero gracias al apoyo de varias asociaciones de amigos del pueblo saharaui, de cientos de personas españolas, italianas y francesas y sobretodo, gracias al apoyo del Frente Polisario, se pudo llevar a cabo con éxito.

Uno de los objetivos principales de la manifestación pacífica era que se volviera a hablar del tema en nuestro país, que los medios de comunicación cubrieran esta información de un hecho sin precedentes. Que casi un millar de españoles se manifiesten delante de uno de los mayores muros de separación del mundo debería ser noticia de portada en muchos periódicos. Pero como la vergüenza y los intereses políticos pesan más que la justicia, la cobertura mediática fue escasa, y prácticamente sólo “El Mundo”, en su versión digital, realizó un reportaje digno de las circunstancias.

La repercusión en España contrasta con la que tuvo allí. Para los saharauis fue un día muy importante. El despliegue de medios de transporte fue espectacular. Decenas y decenas de camiones y jeeps cruzando a toda velocidad el desierto para hacer un trayecto de tres horas desde las 6 de la mañana del sábado 22 de marzo. Desde todos los puntos de los campamentos e incluso de los territorios ocupados, salieron expediciones para unirse a la columna humana. Emoción en el desierto cuando entramos en territorio perteneciente al Sahara Occidental, gritos y banderas y paradas para que los saharauis rezaran en medio del desierto fueron la tónica del viaje hasta el muro.

Una vez allí, y tras muchos momentos de descoordinación, pudimos cerciorarnos de que estábamos allí más de mil personas. Como pudimos saber después, llegamos a las dos mil. El territorio, delante del sexto muro, el último construido por Marruecos estaba rodeado de restos de morteros y proyectiles antiguos. Delante, a apenas 600 metros, territorio totalmente minado y varios soldados marroquís mirando de lejos la cadena humana de la que no se veía el final. Detrás la ONU, con una apariencia física bastante distinta a lo que te puedes imaginar de un “casco azul” en misión humanitaria.

Tras varios minutos gritando diversas consignas y descargando nuestra rabia (“Fuera Marruecos del Sahara”; “Mohammed capullo, el Sahara no es tuyo”; Sahara Libertad, Polisario vencerá”; “Marruecos culpable, España responsable”), volvimos hacia los camiones. La sensación de haber hecho lo que teníamos que hacer se mezclaba con la incertidumbre de saber si había servido para algo. Tras unos horas nos dimos cuenta que sí, que la lucha no debe caer, que la justicia se debe cumplir y que si los saharauis llevan 33 años esperando, nosotros debemos seguir su ejemplo y cada pequeño paso debe servir.

Amargo como la vida

El té ha sido el nexo de unión entre todos lo momentos del día. El momento en el que le contábamos lo que habíamos hecho a nuestra madre saharaui, Lala, el momento en el que la haima empezaba a llenarse de familiares interesados en conocernos y hablar con nosotros. El té del día de vuelta del muro fue muy especial. Las fotos, gracias a las cámaras digitales que a ellos les fascinan, sirvieron más que las palabras y las caras de emoción, y en cierto modo de esperanza, nos hicieron olvidar nuestro desasosiego al saber que no se estaba hablando del tema demasiado en España.

El té para los saharauis tiene tres fases, que ellos califican según el sabor como “Amargo como la vida”; “Dulce como el amor” y “Suave como la muerte”. La vida puede no ser tan amarga. Por un Sahara en libertad.

0 comentarios