Blogia
The New Opinion Journalism

Imbéciles.

Imbéciles.

Aprovecho la segunda vuelta de las elecciones francesas que se celebran mañana para retomar nuestro querido aunque abandonado blog. Y es un tema que me ha venido interesando desde hace tiempo, pero para el cual no he encontrado el momento justo.

Francia se enfrenta a unas elecciones cruciales. Es una frase tan buena y que no reclama derechos de autor. Los dos candidatos de los partidos tradicionales acuden a las urnas con una más que probable victoria de Sarkozy. El hecho de que los candidatos no sean viejos perros de presa políticos como Chirac o Jospin, alejados ya de las primeras filas de sus partidos, provoca a la par entusiasmo por el candidato del partido afín, e ideas apocalypticas acerca de una posible victoria del contrario. A pesar de ello, los electores franceses acuden a las urnas con un enorme entusiasmo y grandes esperanzas depositadas en la próxima legislatura.

¡Imbéciles! Todos sabían que terminaría pasando esto. Las elecciones francesas con un mayor índice de participación de la historia fueron a la vez las elecciones con un mayor nivel de ineptitud de sus candidatos. De un lado Sarkozy, un hombre que ya ha demostrado su capacidad de mando y oratoria cuando se produjeron los incidentes con vehículos quemados en el extrarradio parisino. Ahora nadie parece acordarse de sus palabras afirmando que lo único que necesitaban era mano dura. Ese es el hombre llamado a resolver los problemas de Francia. Del otro lado Royal. Una beatnick populista e insoportable, partidaria de ese nuevo centro-izquierda de tercera vía que promocionó en sus días un Blair que ahora escapa de Downing Street con el rabo entre las piernas acusado de haber llevado un gobierno de spin (término inglés próximo al populismo, que define a un gobierno más centrado en la propaganda y la imagen que en la propia legislatura).

Cuando la desesperación comenzó a invadir a los analistas y periodistas políticos ante este panorama, surgió la conciliadora figura de Bayrou. Un vagabundo oportunista, antiguo partidario de D’Estaing, con un pequeño partido de extremo-centro. Era un vagabundo oportunista, pero era el único con un programa de gobierno mínimamente útil para Francia. Se nos dió falsas esperanzas, se nos dijo que podía ganar. Pero los franceses, en una acto de supremo estoicismo ante la lógica, decidieron que la pugna debía resolverse entre Royal y Sarkozy.

Gane quién gane, Francia seguirá siendo Francia. Pero gane quién gane, Francia irá a peor. Sarkozy ya comienza a emplear los argumentos rastreros y pueriles que los neoliberales han usado para dinamitar el sistema económico-político-social europeo basado en el estado de bienestar. Con el tiempo veremos las privatizaciones, los recortes sociales y la nueva política fiscal en uno de los últimos reductos del estado de bienestar como es ese país.

Nunca he albergado la más mínima esperanza en el pueblo francés, nunca me han caído bien y de hecho los detesto. Pero en cuestiones de democracia, siempre les había tenido una consideración más elevada que al resto de los europeos. Pero he ahí que son hermanos de sus hermanos. Ante esto, amiguitos y amiguitas, no me queda más que decir, ¡imbéciles!

Christo Kolocho

1 comentario

María -

Eres tan mono. No leo prensa ni veo telediarios, pero me gustó leerte. A nadie le gustan los franceses en general, pero sí algunos en particular. Aquí ya hemos perdido la fé en nuestros absurdos políticos y su crispación, seguro que en las próximas elecciones votamos cuatro gatos, y de todas formas todo lo que cambia va a peor.